lunes, 23 de septiembre de 2013

(No) quiero ir al antro

Se supone que los estudiantes de intercambio seamos miserables. Si no durante toda nuestra estancia, sí por lo menos las primeras semanas.
La soledad y el shock cultural se encargan de eso, por nuestra parte sólo deberíamos hibernar y, ocasionalmente, hacer el papel de turista y de estudiante.

Sin embargo, en algún punto las universidades se dieron cuenta de que este sufrimiento era insostenible y empezaron a crear programas de socialización para extranjeros.
Por ejemplo, en todo Europa, Erasmus se encarga de sacar a pasear a los nuevos chicos de intercambio para que se conozcan entre ellos y no estén totalmente solos.

En Viena, ciudad llena de "clubes" debido a su considerable cantidad de estudiantes universitarios, cada día de la semana hay un descuento distinto para un antro mostrando tu credencial de la red de Erasmus: Lunes- Ride Club, Martes- Loco Bar, Miércoles- Ottakringer Brewery, y demás.

Es una causa muy noble, realmente no sólo organizan este tipo de fiestas, también hay visitas al Parlamento o a ciudades o países cercanos. Pero esto no importa, porque a estos viajes pueden ir o no ir; a donde todos los estudiantes sí van es al antro.

Me encuentro ahora en un dilema porque no me gusta ir al antro.

En la reunión de la UNAM que tuvimos antes de irnos, el representante de la Secretaría de Relaciones Exteriores nos dijo que no hiciéramos nada en el país al que fuéramos que no hiciéramos en México: no esquiar, no subirse a la moto, no subirse a la tirolesa (término que por cierto debe venir de Tyrol, una región alpina de Austria).

A pesar de que esta advertencia se enfocaba en nuestra seguridad, no puedo evitar hacerla extensiva a las actividades cotidianas: si nunca voy al antro (jamás), ¿por qué en Viena voy a ir?
La solución, desafortunadamente, no es tan sencilla como decir "¡Pues ya está, no voy y punto!"
Mi dilema se debe a que, por lo que he observado durante esta semana con respecto al comportamiento del edificio en el que vivo, todos se conocen ahí.

Fui, claro que fui. Mi segunda noche, en mi desesperación por conocer gente, salí al pasillo para que me invitaran. A donde fuera.

El resultado es que llego, me paro y sonrío y cuando veo que alguien empieza a bailar yo también lo hago. Bailar sí me gusta, pero en otros contextos, en otros contextos.
Todos están tan alegres, y su felicidad parece consistir en estar ahí, bebiendo. No me siento cómoda porque sospecho que irradio torpeza: no sé qué decir, no sé cómo actuar, no sé con quién platicar.
Mientras, todas las gringas gritan "¡Woooooo!". Saben lo que hacen.

Lo único que hago es preguntarle a la gente qué estudia, pero intuyo que es una pregunta aburrida ya que todos contestan "business" o, en su defecto, "economy", "finance", something about money, money, money.
Probablemente con unas cervezas de más estaría en el humor indicado pero, por lo pronto, no pienso gastar mi money en cervezas en el antro.

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