jueves, 29 de agosto de 2013

Fue Viena

-En Viena nunca hay tránsito como aquí.
-¿Ah, no? ¿Y por qué?
-Verás, Val, hay una pulsión que incita a los ciudadanos al suicidio.

-¿A dónde te vas?
-A Viena.
-Ah, qué bien, ¿y por qué Italia?

-¿A dónde te vas?
-A Viena.
-¡Ah, Viena! Es una ciudad muy bella,  llena de edificios blancos, pero a veces se llena de niebla y ya no se pueden ver.

Me voy a Viena.

No tengo (o tenía) ningún interés particular por la capital de Austria. Ni siquiera hablo alemán.
Mi mamá quería, desde que entré a la licenciatura, que me fuera de intercambio.
Me pregunto si las cosas que hago son porque la inquietud está en mí, verdaderamente, o porque es una inquietud de mis padres que yo cumplo, en automático, y a tal punto que siento que son mis propias ganas.

Yo también soy optimista, soy una mujer muy risueña. A veces llego a algún lugar bonito y no dejo de sonreír, con la boca completamente abierta, hasta que me doy cuenta de que nadie más sonríe, todos mantienen el statu quo, y entonces cierro los labios.

Pero a mí me gusta estar en mi casa, ver películas, leer, perder el tiempo, o sólo dormir.
También me gusta salir, aunque requiero de cierto esfuerzo mental, de una labor de autoconvencimiento para ir. Una vez afuera, estoy bien. Ni siquiera me gusta bañarme, pero eso lo descubrí hace poco.
Pienso que mi vanidad es en gran parte lo que me anima a salir. Alguna vez leí o vi en alguna película una escena en la que alguien le decía a una joven que las mujeres sólo salen para que las vean, no para ver.

Lo que quiero decir es que sí, que me voy a Viena. Cuando metí los papeles para mi solicitud de intercambio pedí, en ese orden, las siguientes universidades: King´s College, Universidad de Viena, Universidad de  Toronto, Universidad de Burgos, y me gustaría decirles la última, pero no la recuerdo.

La primera opción la pedí porque hablo bien inglés y porque, pues, quién no quiere estudiar en  Londres. Es una de las ciudades que se escuchan: París, Londres, Berlín, Tokio, Madrid... y quién sabe qué sean de verdad, pero se escuchan.

Y Viena, Viena fue mi segunda opción porque mi amigo Juan Carlos Tarriba me la sugirió. Más que sugerir, me dijo con su tono de amistad impositiva que me fuera ahí. Mi amigo, el germanófilo culto que ya había estudiado un par de cursos ahí, debía tener razón.

Cuando le presenté a mi coordinadora de la licenciatura las universidades que había escogido, me dijo que pidiera en primer lugar la Universidad de Viena "porque yo creo que ahí le van a enseñar cosas que en ningún otro lado las puede usted aprender". Y no, metí King´s College, pero fue Viena.